lunes, 12 de septiembre de 2011

4.

Era suave y lisa,
morena y plagada de constelaciones.
Lunares.
Era fácil y sencilla,
caliente,
y cuando estaba fría
mis manos le daban calor.
Era delicada como el pincel en el lienzo,
como la brisa del mar.
Era perfecta, al menos para mi,
era lo que mis labios
querían encontrar cada mañana.
Era su piel.
Su piel.

Era inmejorable, insuperable,
increíble y lo mejor
que me ha pasado nunca.
Era real, verdadero,
auténtico, cierto.
Era motivo de sonrisa,
motivo de felicidad.
Para mi, lo era. Y lo es.
¿El qué?
Nuestro para siempre.
Supongo que era la ingenua idea
de que era mi piel
la que prefería.
Era la absurda idea de que
era yo con quien quería compartir
su vida.

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