viernes, 23 de noviembre de 2012

Cada número de su historia.

Nos besábamos con toda la calma que puede tener el flemático mar.
El sol en el alba. 
La luna en las noches cubiertas. 
Y así, mirando a la ventana, 
pasaban los minutos mientras hubiera pagado 
por una fotografía de aquel instante. 
Sus manos. 
Mis manos. 
Nos besamos con toda la calma que puede tener el primer rayo de luz de la mañana. 
La brisa en la tarde. 
Las estrellas al amanecer. 
Y así, mirando a la ventana, 
pasan los segundos mientras siento su respiración en mi espalda; sin dejar que absolutamente nada ni nadie rompa ese instante. 
(no dejaría que nada ni nadie)
Mis manos. 
Sus manos.

Es sencillamente 
que el sabor de su nombre desprende la esencia 
que mis manos buscan
que cualquier hora es buena para perderme en su pelo 
y que por fin, 
no hace falta que el otoño se disfrace de nada 
para sentirme realmente viva. 
Feliz.
En ningún sitio estaba escrita mi sonrisa de por la mañana, 
ni el vuelco al corazón de por la tarde, 
ni la mirada perdida entre sílabas y metáforas. 
Bombea mi sangre a un ritmo tan perfecto, 
que el eco de las caricias describen la más completa melodía
y aunque no haya sido capaz de fabricarle 
todas esas sonrisas que pretendía
y prentendo
espero que algún día aprenda
y mientras ese día llega
poder continuar mostrándole mis sueños
y que así entienda
que por perderme en su mirada de por las mañanas
por las tardes
y por las noches,
movería montañas
memorizaría cada número de su historia
y así mi memoria
me sonreiría una vez más
porque no hay nada mejor que tener su aroma entre 
la piel
y la cabeza.