lunes, 23 de abril de 2012

Flores y libros.

Y entonces dijo:
- "Con una flor y un buen libro me has enamorado".
Al día siguiente, después de una llamada, me enteré que sus flores preferidas eran las peonías. Me puse lo primero que pillé del armario y me acerqué a la librería más cercana. Salí en busca de Julio Cortázar. Pensé que ojalá leyera entre líneas un "Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos", pensé que ojalá lo leyera pronto y me preguntara por qué ese libro. Me presenté en su casa con el desayuno, la peonía más bonita que encontré, un libro y una sonrisa nerviosa que hablaba por mi. Me podían los nervios, e inexplicablemente, cuando eso pasa me tiembla algo alrededor del ojo izquierdo. Mientras esos segundos para mi eran un mundo y no sabía muy bien dónde meterme, me miraba sonriendo, inmóvil, desprendiendo, como siempre, tranquilidad, en calma. Se acercó, me abrazó y me susurró al oído: "esa flor, a pesar de todo, no es lo más bonito que hay aquí ahora". Pasamos del más puro romanticismo a la pasión más salvaje. La flor, desde el suelo, fue testigo de cómo la poesía es un secreto de adultos.

"Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."