lunes, 3 de diciembre de 2012

Me vuelvo pirómana para arder a su lado.

La explosión que habita en el cielo de su boca 
- dijo una tarde -
no se puede describir con palabras 
o trazos
ni siquiera con sonidos,
silencios o susurros
- añadió -
cualquier verso enredado en una poesía
se queda corto para detallar cómo se desliza la camisa
por sus hombros los domingos,
la cara que pone cuando se recoge el pelo
o quizá debería hablar 
de esa forma que tiene de parar el tiempo 
en una mirada.
A ver cómo te explico
- dijo mientras sonreía -
que el mundo es más bonito desde que me mira
y si aparece paseando por cualquier calle,
esa calle se vuelve
perfecta
y preciosa,
aunque para preciosa su espalda 
- señaló rápidamente -
y en fin,
todas estas cosas que te cuento
y las que no te cuento
se me escapan entre los dedos al escribir
porque si hace falta,
me vuelvo pirómana para arder a su lado
y quedarme a vivir 
en ese incendio.

De sus labios cuelga una sonrisa 
- mencionó mientras pasaba una página del libro -
y la verdad,
es la única persona que me deja sin palabras
sin aliento,
que cuando me muero de frío por fuera
me llena de calor por dentro
y yo no conozco lugar mejor que entre sus brazos.

Tendrías que escuchar cómo me late el corazón 
cuando me mira
quizá esa melodía sí podría hablar
del cielo de su boca
o quizá no, 
porque las mejores sensaciones son esas que acompañas de un
'ay, no sabría cómo explicarlo'
o
'tienes que vivirlo para saber de qué te hablo'
y ahí estoy yo,
otra vez,
- dijo mientras se encendía el último cigarro -
sin palabras,
con esta cara de notevayaslejos
mirada de notepiensosoltar
mientras mis manos dibujan un
tecuidaré en su piel
y un tequiero
aparece tatuado en mis labios.