martes, 17 de septiembre de 2013

Es más bonita la muerte en su espalda, que la vida más allá de sus brazos.

Es más bonita la muerte en su espalda,
que la vida más allá de sus brazos; 
la huida a su cuello,
que la victoria lejos de su piel;
la caída 
por la amplitud de sus párpados,
que el apogeo de un millón
de atardeceres
desde cualquier parte del mundo

no tenéis ni idea los que escribís 
sobre amaneceres bonitos
si no habéis visto su sonrisa,
a eso de las 9 y media,
a unos 3 centímetros de ti,
y en fin,
que sí
que suena a idiota enamorada,
pero qué puedo hacer 
si incluso al pestañear suena su nombre;
si he escuchado su voz tan de cerca
que ahora mis oídos no entienden
esta distancia tan desproporcionada,
dispar
e
irrazonable,
desde la primavera de su boca
hasta la estación de mi piel

haría malabares con el alma
con tal de ser la chica de sus sueños,
desmembrar palabras en su boca
y así poder gritarle,
a versos,
que la vida debería llevar su nombre,
así como el otoño su sonrisa;
que quiero guardar en los cajones llenos de mañanas,
todos sus buenos días,
tardes, 
y cómo no,
sus mejores noches

acostarme un sábado a su lado
y olvidando lo planeado,
con los nervios a escalofríos, 
lanzarle un te quiero,
no sin antes escribirlo en su espalda
con la yema de mis dedos
alrededor de unas,
no sé,
¿15 veces?
que si hay que tirarse a la piscina,
yo me tiro;
que no me va el punto y coma,
y ya que hablamos de comer
le pido a la vida
empezar siempre por su boca