Se miraban como si lo fueran todo. Como si el reflejo de una vida algo caótica no tuviera ningún tipo de peso sobre ese presente. Como dos gárgolas sobre Nôtre-Dame que nunca han temido caer al vacío y quebrarse en tantas piezas como amaneceres han visto. Podían hundirse en un mar tan profundo que la idea de despertar se convertía en algo tan utópico como resucitar por amor; pero se miraban, se miraban como si lo fueran todo, y flotaban allá donde se lo propusieran. Nunca volvían porque jamás huían; no existían mejores mapas que los que trazaban con las yemas de sus dedos. Se hablaban por debajo de lo dicho e inventaban tantos idiomas nuevos como estrellas hay en el Universo. Y en fin, se querían tanto, que se miraban como si lo fueran todo.
Y lo eran.
Todo empieza en la mirada, cuando miras a alguien como si lo fuera todo probablemente es porque lo es.
ResponderEliminarAbrazos.