lunes, 12 de agosto de 2013

Que si hay que pedirle deseos al cielo...

me has empapado los ojos de tus sonrisas,
y ahora no hay quien mire al frente
sin encontrar tu boca;
supongo que ahora entiendo el significado de injusto
si cuando amanece y busco tu cuerpo
no está tu mano pegada a la mía;
y es que me faltan incluso estaciones,
escaleras
y paradas,
para llenarte la boca de palabras
en forma de besos,
como un billete de ida
sin viaje de vuelta

has escondido tu olor bajo mi piel
y a ver quién le explica ahora a mis manos
que no pueden perderse en tu cintura;
que si fuera por mí,
te llevaría a cualquier otra parte,
con pulsera de todo incluido
para darte todo lo que esos labios pidan,
y a ver si así con suerte,
paramos el tiempo
y a la mierda con las despedidas

he trazado un mapa sobre tu cuerpo
y el tesoro estaba en cada poro de tu piel;
joder,
que me he acostumbrado a perderme en tus rincones,
como si llevara haciéndolo toda la vida,
y ahora,
24 horas después,
como si fueran 24 vidas,
no quiero encontrarme si no es mirándote,
despacito,
y con mucha calma,
en el reflejo de tus ojos


que si hay que pedirle deseos al cielo,
pido asiento de primera clase
entre tus ganas,
bajo tu risa,
sobre tu espalda...
y cerca, muy cerca
de 
tu 
mirada

y aunque en esta habitación haya 30º
se me congela el gusto,
el tacto
y el olfato,
si no es tu risa la que llena el aire de razones,
causas
y motivos,
para hundirme más de mil veces
entre tus piernas

y a ver cómo me explico a mí misma
que esta noche no te voy a respirar
mientras creamos los principios
de todas esas cosas que quiero hacer contigo,
para escribir la historia,
que se titula M,
de todas nuestras primeras veces

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