miércoles, 28 de agosto de 2013

Ese mechón de pelo que cae diagonalmente

La idea es perderse un rato en el mar, dejarse llevar, y asomar la cabeza en el momento apropiado. Lo malo es que nadie nos dice cuál es el instante correcto, ni siquiera sabemos qué habrá por encima de nuestras cabezas. Lo bueno,
y aquí entras tú,
es ese cosquilleo,
desde lo tangible de mi pie derecho,
hasta donde llegue el escalofrío que recorre mi columna, dándome a entender que en ese momento he de salir a tomar aire,
y cuando digo aire,
hablo de tu boca

La idea es dármelas de arquitecto si hablo de tu cuerpo,
conocer los detalles de la convexidad de tus rodillas

la 
concavidad 
de 
tu 
espalda,
pronunciar una disertación sobre cómo roza tu mejilla ese mechón de pelo que cae diagonalmente, 
cómo te lo recoges deteniendo el tiempo sin ni siquiera darte cuenta, 
o cómo,
(como si algo me empujase por la espalda)
siento la necesidad de correr a perderme en tu ombligo, mientras terminas de recogerte el pelo 
yo me digo a mí misma que pienso despeinarte en la siguiente parada

La idea es no entender tu propia omnipresencia para a la vez comprender que todos los días de la semana empiezan a llevar tu nombre;
en fin,
que si la idea fuera sonreír cada vez que se me dispara el corazón, 
cada vez que algo me recorre por dentro,
me dolería cada centímetro de la boca
pero me daría igual porque sé que tú me curarías a besos

La pregunta es qué haría mi lengua si fuera equilibrista,
y la respuesta,
cómo no,
es que sólo tu piel podría ser la cuerda
en la que me sostuviera

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